4/29/2009

Rev. José Manuel Ibáñez Guzmán


José Manuel Ibáñez Guzmán Primer pastor Presbiteriano Iberoamericano ordenado en Chile.
Los ricos, los intelectuales, los políticos, los encopetados, miraron a los predicadores evangélicos con un respingo de infinito desdén. Los devotos, beatos y beatas, hablaban pestes de la “herejía importada”. Las autoridades no podían, o no querían, contener la violencia de los grupos hostiles. Los primeros interesados fueron los trabajados y cansados, que acudieron al Jesús Compasivo, en busca del descanso para sus almas. Como bálsamo suave cayeron las benditas nuevas en algunos corazones. De entre un pueblo esclavizado durante siglos por un clero tiránico, hubo algunos con coraje suficiente para romper sus coyundas y andar libres. ¡Honor a su memoria! Luego se desencadenó una persecución tan despiadada como los movimientos represivos en el viejo continente de Europa. Los primeros evangélicos, cual sucesores de los ilustres del capítulo 2 de la carta a los Hebreos, por su fe “ganaron reinos, obraron justicia, alcanzaron promesas, taparon las bocas de leones, apagaron fuegos impetuosos, evitaron filo de cuchillo, convalecieron enfermedades”. Pero Dios, como de costumbre, escogió lo flaco del mundo para avergonzar lo fuerte. Sin prestigio social, sin recursos adecuados, sin más armadura que la divina, emprendieron la campaña tenaz, con una confianza inconmovible, en la rectitud de su causa y en el triunfo final de su esfuerzo. Testificaban a grandes y a pequeños de la maravillosa gracia de Dios por Jesucristo. Se les denigraba, se les burlaba, se les perseguía con una ingenuidad digna de una empresa mejor. Literalmente, tenían que sufrir la pérdida de sus bienes exiguos y, al asistir a las reuniones, corrían riesgo de sus vidas.
Costó harto arraigar el árbol presbiteriano, la primera planta evangélica aclimatada en tierra chilena. Soplaba el huracán, quemaba el sol, el suelo resultó movedizo y los transeúntes poco respetuosos. Por muchos años era un tallo débil; pero, favorecido por Dios y cuidado esmeradamente por los primeros jardineros, echó raíces profundas y siguió creciendo hacia arriba y hacia fuera, aferrándose del suelo patrio. Los caballeros andantes de los primeros días, y sus no menos heroicas esposas, han establecido una tradición inextinguible y, siendo muertos, aun hablan. Todavía nos desafían a un discipulado animoso. Durante la primera década, casi todos los obreros fueron ministros norteamericanos, y la mayoría de ellos sostenidos por la junta presbiteriana. El Rev. Samuel J. Christen, de origen suizo, muy erudito y consagrado, fundador de la obra en Copiapó, estableció un colegio de hombres en aquella ciudad en el año 1877. Las familias chilenas, de Copiapó y del centro de Chile, dieron entusiasta apoyo a la escuela, que el Sr. Christen la trasladó a Santiago, donde fue conocido como “El Instituto Internacional” y más tarde como “El Instituto Inglés”. El 29 de Octubre del año 1930, se colocó la piedra angular de uno de los edificios que componen el cuadrángulo moderno del nuevo plantel, de manera que el paso original del Sr. Christen, ha dado a Chile un establecimiento de educación secundaria, que constituye el justo orgullo de la iglesia presbiteriana. Hoy este lugar lo ocupa el establecimiento universitario llamado “el pedagógico”. Los hermanos Roberto y Eneas Mac-Lean ocuparon el distrito de Concepción en el año 1874; pero se retiraron de Chile, después de pocos años. Antes de dejar el campo, abrieron obra en San Felipe, donde el fanatismo de la gente fue tal, que tuvieron que arriesgar sus vidas a diario. Roberto Mac Lean se fue a Puerto Rico, donde sirvió con alta distinción y éxito, y terminó su ministerio como director de la obra en castellano, entre los extranjeros residentes en USA. El Rev. Samuel W. Curtis llegó a Concepción en el año 1875, y pudo cimentar la iglesia presbiteriana en la Capital del Sur. En el centro del país actuaron los presbíteros Merwin, Gilbert y Lester, respaldados siempre por el Dr. Trumbull. Por algunos años existían dos cuerpos misioneros, el del Norte y el del Sur. Pronto se unieron.
Todos los misioneros anhelaban dar la bienvenida a un predicador chileno, puesto que, desde el principio los extranjeros insistían en que Chile habría de ser evangelizado por chilenos, sostenidos en todo sentido por sus compatriotas. Es así, entonces, que el primer pastor chileno, ordenado al ministerio por sus colegas del campo, fue el Rev. José Manuel Ibáñez Guzmán. Fue el primero que, en toda la América de habla castellana, recibiese este título de distinción Este benemérito joven, hizo alto honor a su familia, a su patria y a su vocación santa. Fueron sus padres: Don José Manuel Ibáñez y Doña Rita Guzmán de Ibáñez, descendientes de hidalgas familias españolas. La rama de estos Ibáñez es muy corta en la actualidad. Se casa con la Señora Mary Grundy, digna compañera del pastor, por sus virtudes e inteligencia. Solo tuvieron un hijo que murió a temprana edad. Don José Manuel Ibáñez, recibió una educación esmerada en la ciudad de Sacramento, estado de California, E.E.U.U., y volvió a Chile con el propósito de dar su vida fulgurosa a Cristo, en bien de sus compatriotas. Hizo sus estudios teológicos bajo la sabia dirección del Dr. David Trumbull (los había empezado en California) y no hay duda de que el vínculo, entre maestro y alumno, resultó de gran provecho para ambos. Hay constancia de que la campaña a favor de la liberalización de las instituciones sociales, y la reforma de las leyes opresivas, se debió al cerebro fértil y corazón audaz del joven Ibáñez. Como escribiente en la oficina del Dr. Trumbull, tuvo la oportunidad de formular medidas que se incorporaron más tarde en la legislación del país. Pero su ardor e intrepidez le capacitaron para la propaganda activa, y sus hermanos mayores lo ordenaron en el mes de Noviembre del año 1871.
Después de un largo viaje de reconocimiento y evangelización en el Norte de Chile, volvió a pastorear la iglesia de la Santísima Trinidad, terminando su breve, pero brillante carrera ministerial, antes que el Presbiterio de Chile fuese organizado y dejando una estela de gratísimos recuerdos. El libro de actas de la Iglesia contiene una referencia digna de letras de oro: “La temprana muerte de este querido pastor y fiel campeón de la causa de Cristo, cubrió de luto la Iglesia que con tanto celo dirigía; su pérdida pareció ser pérdida
irreparable”. Un pariente cercano lo caracteriza, con referencia a sus cualidades sobresalientes, en los siguientes términos: “Fue un hombre de sólida y extensa cultura, de modales muy caballerosos y refinados y de corazón nobilísimo. Reunía en su persona casi todas las virtudes que embellecen y cautivan y, sin embargo, era hombre de batalla”. De él se puede decir que no conocía el temor de los hombres. No vacilaba en denunciar las inconsecuencias y abusos de la iglesia del estado, pero no se quedaba en las filípicas. Predicaba con oratoria clásica y escribía con elegancia de estilo. Su mensaje tenía, no solamente una cota positiva, sino también encerraba cualidades que hacían honda impresión entre los oyentes cultos y serios. Entre los que acudían a la galería sombreada de la antigua iglesia, en la calle Alonso Ovalle, esquina de Nataniel. Había ministros de la Corte, regidores, abogados, médicos y negociantes de alta alcurnia. Se cautivó la admiración y confianza de un gran número de espíritus selectos. Quedan en Santiago todavía, (1931) de los tantos así impresionados, hombres y mujeres que reconocen en Ibáñez al que les abrió las puertas a una nueva vida espiritual. Ibáñez desplegaba la luminosidad de un meteoro en una noche lóbrega, y más aun porque su actuación fue breve. Apenas hubo trastornado el pensamiento santiaguino en dirección a Cristo, cuando cayó repentinamente, víctima de un cólico fulminante. Corría el rumor de que su muerte, aparentemente prematura, se debió a un envenenamiento criminal; pero los miembros de la familia Ibáñez declaran que la desaparición temprana de su querido deudo, fue el resultado de causas enteramente naturales. En el Cementerio Disidente de Santiago, el epitafio en la lápida de José Manuel Ibáñez, atestigua la grandeza de su carácter y el valor de su servicio cristiano: En memoria de José Manuel Ibáñez Guzmán, Presbítero, Ministro de la Iglesia Reformada en esta ciudad Nació en San Felipe y murió en Santiago El 13 de Septiembre de 1875 A la edad de 34 años. Sus amigos en esta y otras ciudades, asociándose con la esposa afligida, deploran la pérdida De un entusiasta obrero De la ilustración, Y de un resuelto defensor De la libertad. Fue un elocuente orador, pastor instruido, Patriota ilustrado, amigo constante y Cristiano puro y abnegado.
Reflexiones basadas en el valioso aporte de Ibáñez, constituyen un llamado claro a los jóvenes de nuestra época, y nos señalan rumbos definidos acerca del ministerio aceptable al pueblo chileno. La familia Ibáñez costeó la preparación cabal de su hijo, y lo dedicó al más alto servicio de la patria. José Manuel Ibáñez, como Juan Knox, sentía tanto temor reverencial para con Dios, que se olvidaba del miedo ante los hombres. Derriba altares falsos; pero no se descuidaba de erigir, en su lugar, los altares verdaderos. Tronaba contra perversiones de la verdad; pero no se olvidaba de promulgar a Cristo como el Camino, la vida y la verdad. Hemos recogido otros rasgos individuales que señalan el tipo de caballero que era. “Siempre andaba inmaculado en su indumentaria, un modelo de limpieza y buen gusto”. Nunca hacía violencia a la dignidad humana. Glorificaba a su Salvador y Señor por los atractivos de su pensamiento y por el singular encanto de su personalidad radiante. En los anales de la obra presbiteriana, Ibáñez figura como modelado por su Maestro y como el primer pastor chileno digno de emulación, en todo detalle de su carrera heroica. Con corazones apesadumbrados, la manada pequeña volvió del entierro de su amado pastor; pero Dios les concedió aliento para perseverar en el testimonio realizado por el ministro, fiel hasta la muerte. “Dios entierra a sus obreros; más continúa su obra”. Varios extranjeros, de antecedentes evangélicos, se adhirieron al movimiento entre los chilenos, los colportores bíblicos Muller y Spandermann, las hermanas Martín, de Alemania, los hermanos Mitchell, Wetherby, Fraser y la hermana Francisca de Jackson. Pastoreados por ministros norteamericanos y apoyados por amigos de otros países, los grupos de creyentes mantenían sus cultos con regularidad y el Señor añadía, de tiempo en tiempo, a los que fueron salvados.
(“Historia de la Iglesia Presbiteriana en Chile”, J. H. Mc Lean.)

4/23/2009

Un reino de otra naturaleza


Traducido de The Kingdom That Turned the World Upside Down con permiso de
David W. Bercot
El año 30 d. de J.C. comenzó como cualquier otro año. Los sacerdotes judíos aún ofrecían sacrificios diarios en el templo. Los agricultores trabajaban en sus campos, y las mujeres lavaban ropa en los arroyos. Los pescadores colgaban sus redes para que se secaran a orillas del Mar de Galilea. ¡Pero de pronto apareció en escena un profeta llamado Juan! Vestido con pelo de camello y un cinto de cuero, Juan era un personaje que atraía la atención de la gente. Y consigo traía un mensaje alarmante: ¡el reino de Dios estaba cerca!
¿Estaba cerca el reino de Dios? Para los judíos, esto significaba que el Mesías estaba por venir. ¡Significaba la expulsión del control romano! Significaba que ellos recuperarían su independencia como nación. No es de extrañarse que el mensaje de Juan llamara la atención de todos. La gente en tropel acudió a él para averiguar qué deberían hacer a fin de prepararse para este reino.
Sin embargo, cuando Juan identificó a Jesús como su tan esperado Mesías, la mayoría de los judíos no se sintieron emocionados. ¿Jesús de Nazaret? Él no parecía ser el Mesías que ellos esperaban. Obviamente, él no era un guerrero. Y ni siquiera intentaba organizar un ejército para liberar a los judíos del poder romano. De hecho, él ni siquiera predicaba contra los romanos.
¿Sobre qué predicó Jesús? Estimado lector, me gustaría hacerle esta pregunta. ¿Cuál fue el tema principal de la predicación de Jesús? ¿La necesidad de salvación del hombre? ¿El amor de Dios por el género humano? ¿La necesidad de nacer de nuevo? ¿El hecho de que Jesús moriría en rescate por nosotros?
Por supuesto, Jesús habló acerca de todas estas cosas. Y todas ellas son verdades esenciales. Sin embargo, ninguna de ellas fue el tema principal de su mensaje. Las escrituras sólo registran una ocasión en que Jesús habló sobre el nuevo nacimiento: su conversación privada con Nicodemo. Él mencionó su muerte en rescate por nosotros sólo una vez. Sólo existen cinco o seis pasajes en los que él usó la palabra “salvación”.
No, el tema principal del mensaje de Jesús fue el reino de Dios. Hay cerca de cien referencias al reino de Dios a través de los evangelios. Además, la mayoría de las parábolas de Jesús fueron sobre el reino. De hecho, Jesús dijo que la razón por la que él fue enviado a la tierra fue para anunciar el reino: “Es necesario que también a otras ciudades anuncie el evangelio del reino de Dios; porque para esto he sido enviado” (Lucas 4.43). Eso no es precisamente lo que estamos acostumbrados a escuchar, ¿verdad? A todos se nos ha querido dar la impresión de que el propósito principal de la venida de Jesús a la tierra fue salvarnos de nuestros pecados. Y definitivamente ese fue uno de los propósitos de su venida. Pero ése no fue el único propósito.
Dondequiera que fue, Jesús anunció el reino de Dios. “Desde entonces comenzó Jesús a predicar, y a decir: Arrepentíos, porque el reino de los cielos se ha acercado. (…) Y recorrió Jesús toda Galilea, enseñando en las sinagogas de ellos, y predicando el evangelio del reino, y sanando toda enfermedad y toda dolencia en el pueblo. (…) Y cuando la gente lo supo, le siguió; y él les recibió, y les hablaba del reino de Dios, y sanaba a los que necesitaban ser curados. (…) Recorría Jesús todas las ciudades y aldeas, enseñando en las sinagogas de ellos, y predicando el evangelio del reino, y sanando toda enfermedad y toda dolencia en el pueblo” (Mateo 4.17, 23; Lucas 9.11; Mateo 9.35).
Lo irónico es que si bien el reino de Dios fue el tema principal de la predicación de Jesús, el mensaje del reino está casi totalmente ausente del evangelio que se predica en la actualidad. ¿Cuál es el tema principal de la mayoría de las predicaciones de hoy? La salvación personal del hombre, ¿verdad? No es el reino de Dios.
¿Qué predicaron los apóstoles?
Quizá usted esté pensando: Bueno, tal vez Jesús predicó acerca del reino, pero no lo hizo así con sus discípulos. Él les dijo que predicaran acerca del nuevo nacimiento y la salvación, no acerca del reino, ¿verdad? Falso. Cuando Jesús comisionó a sus discípulos, les dijo específicamente que predicaran acerca del reino.
Note sus instrucciones sobre lo que debían predicar: “Y yendo, predicad, diciendo: El reino de los cielos se ha acercado. (…) Y los envió a predicar el reino de Dios, y a sanar a los enfermos. (…) Y sanad a los enfermos que en ella haya, y decidles: Se ha acercado a vosotros el reino de Dios” (Mateo 10.7; Lucas 9.2; 10.9). Por favor, comprenda que estos no son algunos pasajes aislados citados como prueba. En casi todos los pasajes en los que Jesús les dio a sus discípulos instrucciones de predicación, les dijo que predicaran acerca del reino.
Seguramente usted recuerda al discípulo que dijo que seguiría a Jesús, pero que primero enterraría a su padre. ¿Qué le dijo Jesús? “Deja que los muertos entierren a sus muertos; y tú ve, y anuncia el reino de Dios” (Lucas 9.60).
Pero, por favor, no me malinterprete. De ninguna manera quiero yo minimizar nuestra necesidad del nuevo nacimiento o la salvación. Estos son aspectos trascendentales del evangelio. Sin embargo, son un medio para lograr un fin: entrar en el reino de Dios. Jesús nunca pretendió que sus seguidores predicaran de la salvación y el nuevo nacimiento como cosas aparte del reino. El reino es un aspecto absolutamente elemental del evangelio. Cuando les hablamos a las personas de la salvación, pero no decimos nada acerca del reino, no estamos predicando el evangelio de Jesucristo.
¿Y qué evangelio dijo Jesús que sería predicado en todo el mundo antes del fin? Él dijo: “Y será predicado este evangelio del reino en todo el mundo, para testimonio a todas las naciones; y entonces vendrá el fin” (Mateo 24.14). Actualmente se predica un “evangelio” en todo el mundo, pero, ¿es el evangelio del reino?

FUENTE http://www.elcristianismoprimitivo.com/elreinoquetrastorno.htm

¿Qué es este reino de Dios?

Todo reino posee cuatro componentes fundamentales: (1) un gobernante o gobernantes, (2) súbditos, (3) un territorio o área dominada y (4) leyes. El reino de Dios no es diferente. Posee un gobernante, súbditos, territorio y leyes. Sin embargo, ya que el reino de Dios es una clase de reino revolucionario, estos cuatro componentes fundamentales adquieren aspectos únicos.

Para comenzar, el reino de Dios no tiene un gobernante terrenal. Su gobernante es Jesucristo quien reina desde el cielo. Los reinos terrenales cambian de gobernantes y políticas cada cierto tiempo. En cambio, Jesús es eterno y sus políticas no cambian. “Jesucristo es el mismo ayer, y hoy, y por los siglos” (Hebreos 13.8).

¿Quiénes son los ciudadanos del reino de Dios? ¿Los judíos? No, Jesús les dijo a los judíos muy intencionadamente: “Por tanto os digo, que el reino de Dios será quitado de vosotros, y será dado a gente que produzca los frutos de él” (Mateo 21.43). ¿A cuál nación daría Jesús el reino? ¿A los romanos? ¿A los británicos? ¿A los sudamericanos? ¿A los norteamericanos? No, a ninguno de estos, por cuanto las escrituras nos dicen: “Ya no hay judío ni griego; no hay esclavo ni libre; no hay varón ni mujer; porque todos vosotros sois uno en Cristo Jesús. Y si vosotros sois de Cristo, ciertamente linaje de Abraham sois, y herederos según la promesa” (Gálatas 3.28–29).

De manera que todos los que pertenecemos a Cristo, todos los que verdaderamente somos nacidos de nuevo, somos los ciudadanos de este reino. Nos hemos convertido en los herederos de la promesa de Dios, los ciudadanos de su nueva nación. Al escribirles a los cristianos gentiles de su tiempo, Pedro se dirigió a ellos con las siguientes palabras: “Mas vosotros sois linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido por Dios, para que anunciéis las virtudes de aquel que os llamó de las tinieblas a su luz admirable; vosotros que en otro tiempo no erais pueblo, pero que ahora sois pueblo de Dios; que en otro tiempo no habíais alcanzado misericordia, pero ahora habéis alcanzado misericordia” (1 Pedro 2.9–11).

De modo que los ciudadanos del reino de Dios son llamados a ser una nación santa, un reino de sacerdotes, tal y como los israelitas habían sido llamados (véase Éxodo 19.5–6). Sin embargo, el reino fue quitado de los israelitas y dado a una nación (la nación de los creyentes nacidos de nuevo) que produjera los frutos de justicia.

Un aspecto único del reino de Dios es que sus ciudadanos no ocupan cierta porción de tierra, como los ciudadanos de otros reinos. Los ciudadanos del reino de Dios están esparcidos por todas las naciones del mundo. Este rasgo ha sido la causa de un conflicto constante para el reino de Dios. Esto se debe a que sus ciudadanos siempre viven bajo dos reinos diferentes, un reino del mundo y el reino de Dios.

Jesús le dijo a la samaritana: “Mujer, créeme, que la hora viene cuando ni en este monte ni en Jerusalén adoraréis al Padre” (Juan 4.21). El reino de Dios no tendría ninguna capital terrenal ni lugar sagrado.

Todo esto fue algo nunca antes visto tanto para los judíos como los gentiles del tiempo de Jesús. El reino de los israelitas había abarcado un área geográfica específica. De igual forma había sucedido siempre con todos los reinos del hombre. Los israelitas siempre habían tenido una ubicación física donde se encontraba su tabernáculo o templo. Por mil años, ese lugar había sido Jerusalén. Todo reino humano posee una capital terrenal, pero no así el reino de Dios.

El reino de Dios está entre vosotros

Por si todo esto no fuera sumamente asombroso, Jesús les dijo a los fariseos algo aun más alarmante: “Preguntado por los fariseos, cuándo habría de venir el reino de Dios, les respondió y dijo: El reino de Dios no vendrá con advertencia, ni dirán: Helo aquí, o helo allí; porque he aquí el reino de Dios está entre vosotros” (Lucas 17.20–21).

¿Qué tipo de reino es este? ¿Un reino que está entre vosotros? Jesús realmente estaba introduciendo algo maravillosamente nuevo, algo revolucionario. No era sólo un nuevo reino. Era un reino de otra naturaleza. Era un tipo de reino totalmente diferente de lo que cualquier persona, fuera judía o gentil, jamás hubiera escuchado. Un reino que está “entre vosotros”.

Tal vez usted esté pensando: ¡Ah, ya veo! Jesús estaba hablando de un reino espiritual, no de un reino verdadero. No, Jesús estaba hablando de un reino verdadero. El antiguo reino de los israelitas definitivamente era un reino verdadero, ¿no es cierto? Tenía reyes verdaderos, súbditos verdaderos y leyes verdaderas. El reino de Dios es tan verdadero como el antiguo reino israelita. Este reino también tiene un Rey verdadero, súbditos verdaderos y leyes verdaderas. Su dominio abarca toda la tierra, aun cuando la mayor parte de la población de la tierra no son ciudadanos de este reino.

¿Qué quiso decir Jesús cuando dijo que el reino de Dios está entre vosotros? Tertuliano, un escritor cristiano de la iglesia primitiva, comentó sobre esta frase: “Bien, ¿quién no comprende que la frase ‘entre vosotros’ significa en vuestras manos o en vuestro poder? O sea, ¿si escuchas y haces los mandamientos de Dios?”1 Cualquier persona puede escoger ser un ciudadano del reino de Dios si está dispuesta a comprometerse como se requiere. La persona no tiene que ir a ninguna parte ni pagar ninguna suma de dinero para convertirse en un ciudadano.

Aquellos líderes religiosos le habían preguntado a Jesús cuándo vendría el reino. Él les dijo: “El reino de Dios está entre vosotros”. Es decir, el Rey y algunos de sus súbditos ya se encontraban en medio de ellos, pero ellos no se daban cuenta. Los súbditos del reino de Jesús viven en medio de los pueblos de este mundo; sin embargo, el mundo no puede ver este reino. El reino de Jesús no tiene fronteras nacionales, no tiene rey terrenal ni fuerzas militares. El llegar a ser un ciudadano del reino de Dios está al alcance de todos.

El reino de Dios está cerca

Muchos cristianos creen que el reino de Dios solamente es algo del futuro. Pero no es así; el reino de Dios es algo que está aquí en este preciso momento. Pablo escribió a los colosenses: “El cual nos ha librado de la potestad de las tinieblas, y trasladado al reino de su amado Hijo” (Colosenses 1.13). Pablo aquí habla en tiempo pasado. Dios ya nos ha trasladado a su reino. Él no nos lleva a su reino después que morimos. Él nos lleva a su reino tan pronto nacemos de nuevo.

Resulta extraño que muchos cristianos no se dan cuenta de que el reino de Dios es una realidad actual en la tierra. De hecho, muchos cristianos ni siquiera saben qué es el reino de Dios. Al igual que los fariseos, ellos no ven el reino de Dios. Y es por eso que nunca se comprometen con el reino.

FUENTE http://www.elcristianismoprimitivo.com/elreinoquetrastorno3.htm

4/22/2009

Discursos sobre el avivamiento Charles G. Finney


CAPÍTULO 1

El avivamiento genuino

“Oh Jehová, aviva tu obra en medio de los tiempos, en medio de los tiempos hazla conocer; en la ira acuérdate de la misericordia.”

Habacuc 3:2

Se supone que el profeta Habacuc fue contemporáneo del profeta Jeremías y que el versículo arriba citado se dio en referencia a la cautividad babilonia de los judíos. Previendo los juicios que tenía que sobrevivir la nación judía, el alma del profeta se conmovió hasta la agonía y gritó congojadamente, “Oh Jehová, aviva tu obra en medio de los tiempos, en medio de los tiempos hazla conocer; En la ira acuérdate de la misericordia.” Fue como si hubiera dicho, “¡Oh Señor! ¡No permitas que tus juicios desuelen a Israel! En medio de este horrendo tiempo, sean tus juicios un medio para hacer llegar el avivamiento entre nosotros. ¡En la ira acuérdate de la misericordia!”

La religión es el deber del hombre, y es algo que a él se le ve obligado cumplir. La misma consiste en obedecer a Dios con y de todo corazón: así, se puede decir que es su deber. Es verdad que Dios induce al hombre a cumplir su deber por medio de su Espíritu, por la razón de que el hombre natural es muy pecaminoso y no tiene ganas de obedecer a Dios. Si el hombre no tuviera necesidad de Dios de ser animado a la obediencia, tampoco habría necesidad de orar, “Oh Jehová, aviva tu obra…” El razonamiento de esta oración es el de que los hombres siempre no quieren obedecer, y si Dios no interpone su influencia a través del Espíritu Santo, ningún hombre obedecería los mandamientos de él.

La necesidad de un avivamiento presupone una declinación religiosa. Mucha de la religión auténtica en el mundo es resultado de un avivamiento. Parece que Dios se ha aprovechado de la conmovilidad del hombre y usa tales tiempos excitantes para despertarle a la obediencia. El hombre natural tiene tal sueño espiritual, y hay tantas cosas para distraer su atención de lo espiritual, que a veces es imprescindible que Dios le aguijonee con experiencias conmovedoras, hasta que se quiten esos obstáculos. A veces el hombre dormido necesita un fuerte toque para despertarle lo suficiente y moverle a buscar la gracia de Dios y para vencer su apatía y cumplir sus deberes.

No es que la religión verdadera consista solamente en experiencias conmovedoras. No obstante, los deseos carnales, los apetitos y la sensualidad obstruyen la religión, tal que la voluntad del hombre es esclavizada por ellos. Así, es preciso que Dios utilice los avivamientos para despertar a los hombres a la realidad de su culpa y peligro, y esto necesita ser de tal manera que se produzcan suficientes emociones y buenos deseos en el hombre para estimularlo a vencer los deseos carnales y a librar su voluntad a la obediencia hacia Dios.

Al repasar la historia de los judíos, se ve que Dios usó los avivamientos para mantener un buen estado de religión entre ellos. En esos avivamientos, había experiencias conmovedoras, causando a la gente, volver a Dios. Luego, dentro de poco tiempo, las influencias contrarrestadoras traían la declinación otra vez. Así, la religión de los judíos empeoraba de más en más, hasta que Dios, a través de su Espíritu, les convencía del pecado y los reprendía de nuevo. De esa manera, Dios ganó su atención y los encauzó para fijarse en la salvación, despertándolos y produciendo el avivamiento. Luego, las influencias contrarrestadoras se levantarían otra vez, la religión se disminuía y la nación judía entraba de nuevo en la lujuria, la idolatría y el orgullo.

Existe tan poco de principio en las iglesias actuales, tan poca firmeza y estabilidad de propósito, que si los sentimientos religiosos no se despertarán y quedarán despiertos, los contrarrestadores sentimientos mundanos y las atracciones sensuales prevalecerían. Y, como resultado, los hombres no obedecerían a Dios. Me parece que muchos de los hombres actuales tienen tan poca comprensión espiritual y sus principios están tan débiles, que si no son conmovidos a obedecer a Dios, muchos darán la vuelta y regresarán para no seguir en pos de Cristo. Ésta es una gran falta hoy, tal que las iglesias no experimentan la verdadera religión, sino a través de avivamientos. Muchos han tratado de promover a la iglesia a obedecer a Dios sin usar avivamientos, pensando que el mejor método de impulsar a los hombres a la obediencia es el de andar lentamente, sin tiempo emocionante alguno.

Para mí, tal razonamiento no tiene razón. Si la iglesia estuviera bastante madura y tuviera lo suficiente de principio en sí para quedar despierta, entonces, sí, ese modo de pensar tiene razón. No obstante, lo que pasa actualmente es que la iglesia está durmiendo y hay muchas atracciones mundanas que la contrarrestan, tal que no podrá adelantarse si no ocurriera algo estimulante.

No obstante, es muy deseable que la iglesia crezca en la obediencia de modo continuo, sin necesitar lo emocionante. Mucha estimulación no es buena para la salud del cuerpo, pues nuestros nervios no pueden soportar una sobreabundancia de lo excitante. Si el cristianismo realmente va a cambiar al mundo, no será a través de lo emocionante: la religión espasmódica tiene que acabarse. Entonces, lo emocionante no se necesitará, porque los cristianos no dormirán la mayoría del tiempo, despertándose de vez en cuando. Y los ministros no necesitarán gastar sus vidas tratando de parar la mundanería en los miembros de la iglesia.

Sin embargo, el estado de la iglesia actual no está suficiente maduro para no necesitar avivamientos. Hay demasiado de lo político y de otras diversiones que descarrían la iglesia de la santidad. Estas distracciones son las necesarias para precisar de un fuerte avivamiento para contrarrestarlas.

Hasta que los cristianos maduren lo suficiente, cada esfuerzo de promover el cristianismo, sin avivamientos, será en vano. A mí, esto me parece como buena razón, y la historia de la iglesia demuestra que es la verdad.

No creo que el cristianismo cambiará a las naciones paganas, sino por medio de avivamientos. Cada esfuerzo de afectar cambios genuinos a través de la educación o mejoramiento graduales, sin el evangelio, no servirá. Mientras las leyes de la humana queden fijadas, los esfuerzos carnales nunca podrán lograr cambios duraderos. Se necesita una profunda convicción del pecado; algo para despertar la conciencia endurecida y dormida de los perdidos.

Mientras los cristianos viven casi de igual modo de los paganos, es imposible que Dios, o los hombres, promuevan la verdadera religión, sino sólo por medio de los avivamientos. Dios ha usado los avivamientos muchas veces en la historia de la iglesia para estimular a los perezosos a la obediencia. Por ejemplo, hay muchos que saben de su deber de obedecer a Dios, pero no lo cumplen a razón del temor de los hombres; temen las burlas de sus amigos. Otros tienen sus ídolos, y otros demoran en arrepentirse hasta que (según piensan ellos) hayan ganado muchas riquezas u otras cosas mundanas. Tales personas no van a abandonar sus vanidades hasta que sientan vergüenza por sus pecados y hayan sentido plenamente el peligro de estar eternamente en el infierno. Solamente entonces irán a Jesucristo para refugiarse.

Todos mis comentarios hasta aquí son solamente una introducción. Ahora quiero señalar:

1. Lo qué el avivamiento no es.

2. Lo qué el avivamiento es.

3. Las agencias que promueven el avivamiento.

1. Un avivamiento de la religión genuina no es un milagro.

1.1 Un milagro es algo en que Dios interfiere para obrar, poniendo al lado las leyes de la naturaleza. En este sentido, el avivamiento no es un milagro, porque el mismo ocurre dentro de las leyes de la mente humana.

1.2 El avivamiento tampoco es un milagro según otra definición de milagro: algo que sucede sobrenaturalmente. De veras, el avivamiento puede ocurrir dentro de las leyes de la naturaleza, ocupando los poderes naturales de la mente humana. Cuando alguien se arrepiente, no está usando poderes sobrenaturales. Solamente está usando sus poderes naturales en una manera diferente, para la gloria de Dios.

1.3 Un avivamiento no depende de un milagro. Es solamente el resultado del debido uso de las habilidades naturales de arrepentirse y humillarse. No obstante, las medidas usadas para traer un avivamiento no producirán efectos sin la bendición de Dios. Es igual que una semilla. Las semillas no nacerán sin la bendición de Dios. No se puede decir que una cosecha ocurrió sin la bendición de Dios, pero a la vez es una de las leyes de la naturaleza que las semillas nacen, crecen y dan fruto. Así también es con el avivamiento: es el resultado de las leyes de la naturaleza, con la bendición de Dios.

Los apóstoles hicieron milagros, pero el avivamiento hubiera podido ocurrir sin ésos. El avivamiento ocurrió junto con los milagros, pero los avivamientos mismos no fueron milagros.

¿Cuáles son las leyes que las semillas obedecen para poder producir frutos? Simplemente son las que Dios ha puesto en la naturaleza. En la Biblia, la Palabra de Dios se compara con una semilla, y los resultados de ella se comparan con los frutos. Y igual que el fruto es el producto de las leyes de la naturaleza, el avivamiento es el producto de las leyes de la naturaleza.

Ojalá que esta verdad se profundice en tu mente, porque desde hace mucho tiempo se ha pensado que el avivamiento es algo muy peculiar, y el mismo no se puede producir sino por medio de un milagro. O sea, muchos piensan que el avivamiento no tiene nada que ver con lo normal, ni se puede producir por las leyes de “causa y efecto”. Esta doctrina es muy peligrosa y no tiene razón.

Imagínate que alguien hubiera enseñado a los agricultores que, pues Dios es soberano, él va a dar una cosecha solamente cuando él lo quisiera, y por esto será en vano cultivar la tierra y sembrar semilla. Pues, si tratamos de cultivar y sembrar, no estamos dejando todo en las manos del Soberano Dios. Además, no hay relación entre el sembrar y el cosechar.

¿Qué tal de esa doctrina? ¡Si los agricultores la hubieran creído, todos morirían de hambre!

El mismo resultado pasa si la iglesia cree que el avivamiento es sólo el regalo de la soberanía de Dios, y que no existen leyes de causa y efecto en el avivamiento. ¿Cuáles serán los resultados de esta doctrina? ¡Una y otra generación irían al infierno! Millones y millones de personas han ido al infierno mientras que la iglesia espera que Dios los salve sin usar las leyes de la naturaleza. ¡Ésta es la obra del diablo; el engañador! Porque la ley del avivamiento es igual a la del sembrar y cosechar.

Existe una verdad acerca de la soberanía de Dios que se debe notar. Es la de continuación: Lo que es necesario para la vida (la comida y el abrigo) siempre se puede conseguir fácilmente, siguiendo las sencillas leyes de la naturaleza. Lo de lujo es más difícil obtener, y lo que es dañino muchas veces necesita mucha labor[1]. Así es con lo espiritual también: para recibir bendiciones espirituales, solamente se tienen que usar las maneras que Dios nos ha dado.

FUENTE:

2. Lo que el avivamiento es.

2.1 El avivamiento es la renovación del primer amor entre los cristianos, que luego resulta en despertar y convertir a los pecadores. En este sentido, el avivamiento en una comunidad despertará, vivificará y reclamará a los que se han apartado de Dios. La necesidad de un avivamiento presupone que la iglesia ha caído en la apostasía y que ella necesita volver otra vez al arrepentimiento.

2.2 El avivamiento siempre conlleva la convicción del pecado en los miembros de la iglesia. Los que se han apartado no pueden despertarse y volver de golpe al camino correcto; siempre necesitan escudriñar su corazón profundamente antes de empezar de nuevo en el servicio de Dios. Los orígenes del pecado necesitan descubrirse. En el avivamiento auténtico, los cristianos apartados siempre sienten convicción; ven sus pecados luciendo tan claros que muchas veces les parece ser que no hay esperanza de reconciliación con Dios. No siempre es tan fuerte, pero sí, el genuino avivamiento siempre es acompañado por la convicción del pecado.

2.3 Los cristianos que se han rebelado contra Dios volverán al arrepentimiento, pues el avivamiento es nada menos que un nuevo comienzo de la obediencia a Dios. Igual que un inconverso, el primer paso para el rebelde es el arrepentimiento; el quebrantamiento del corazón, el bajarse al polvo en humildad y el abandono del pecado.

2.4 Los cristianos se renovarán en la fe. Mientras uno está en la rebelión, está cegado al estado de los pecadores, sus corazones están duros y las verdades bíblicas son como sueños. Tal persona da su consentimiento a la verdad, y su conciencia y discernimiento igualmente dan la aprobación a ella. Sin embargo, su fe no la ve como acentuada; o sea, la verdad no está vista en su viva y eterna realidad. Pero al entrar a un estado revivido, ya no ve a los “hombres como árboles andando”, más bien, ve que la luz brilla tan refulgente que el amor de Dios se levantará de nuevo en su corazón. Esto los impulsará a trabajar celosamente para la salvación de otros. También, a razón de tener en sí tanto amor a Dios, el hombre revivido sentirá pena, dándose cuenta de la falta de amor a Dios en muchos otros. Ese amor le impulsará a persuadir a sus vecinos a entregarse al Señor. Así, el tierno amor de Dios se perfeccionará en el hombre revivido, llenándole con una pasión para la salvación de almas. Esa pasión se ampliará hasta incluir a todo el mundo, trayendo una agonía al corazón por los que desean ver convertirse: sus amigos, parientes y hasta sus enemigos. El hombre renovado no solamente urgirá a ellos a rendirse a Dios con palabras, sino los llevará a Dios a través de la oración, con gemidos y lágrimas, implorando a Dios salvarlos del infierno.

2.5 El avivamiento rompe el poder del mundo y del pecado en los cristiano, y les da ventajas, engrandeciendo sus deseos para entrar al cielo. Además, les da un gusto del cielo y nuevos deseos para estar unidos a Dios. Y en sus vidas, la seducción del mundo se ve conquistada y la fuerza del pecado, vencida. Cuando las iglesias están despiertas y renovadas de esta forma, la reformación y la salvación de los pecados seguirán caminando en los mismos pasos de convicción, arrepentimiento y luego reformación, en los corazones ablandados y humillados. Muchas veces, los pecadores más duros son los que se convierten primeros; ¡las prostitutas, los borrachos, los ateos y personas semejantes se despiertan y convierten! Los más abandonados de los humanos se ablandan y son reclamados, convirtiéndose a hermosos ejemplos de la hermosura de santidad.

3. Los agentes que promueven el avivamiento.

Normalmente, hay tres agentes[2] que se usan en la conversión de un pecador, y un instrumento. Los agentes son: Dios, el pecador y otra persona que habla (predica) la verdad. La verdad misma es el instrumento. A veces, hay solamente dos agentes: Dios y el pecador.



3.1 Dios se usa a sí mismo en la conversión de pecadores, en dos distintas maneras: por su providencia y por su Espíritu.

3.1.1. Por su providencia, arregla los eventos en la vida de un pecador de tal manera que la mente de éste y la verdad se encuentren. O sea, Dios guía al pecador a un lugar donde escucha la verdad o la ve en la vida de otra persona. Es muy interesante escuchar el testimonio de cómo Dios ha obrado esto en las vidas de las personas, y de cómo Dios arregla todas los eventos a favor de un avivamiento. A veces usa algo temporal, una enfermedad u otra circunstancia para que el pecador esté dispuesto a darse cuenta de la verdad. A veces, Dios envía a un ministro al pecador… ¡justo al momento necesario! O, el pecador escucha una cierta verdad bíblica… ¡exactamente al momento oportuno!

3.1.2 Por su Espíritu Santo, Dios habla la verdad a la mente del pecador. Y pues Dios sabe todo lo que hay en la mente de una persona, y sabe la historia de él, puede usar la verdad que se precisa en ese momento. Además, Dios puede reforzar esa verdad con poder divino. Da tal fuerza, vida y poder a la verdad, que el pecador siente convicción y muchas veces se vuelve de su rebelión y se rinde al Señor. Bajo la influencia del Espíritu Santo, la verdad corta y quema como fuego en la conciencia. La verdad ungida con el Espíritu revela y quebranta el orgullo del pecador, como si un monte hubiera caído sobre él.

Si los hombres estuvieran dispuestos a obedecer a Dios por naturaleza, la sola lectura de la Biblia y la predicación de ella, hechas por los hombres, serían suficientes para que ellos aprendieran de Dios. Pero, pues los hombres son por naturaleza inclinados a rebelarse en contra de Dios, Dios usa su Espíritu Santo para iluminar la verdad y convencer a los pecadores; de tal manera que no pueden resistir; se rinden y se convierten.

3.2 Muchas veces, los hombres son agentes en la conversión de los pecadores. Los hombres no son los instrumentos en la conversión de pecadores. El instrumento es la verdad. Sin embargo, el predicador (u otra persona que habla a un pecador) es un agente que usa la verdad. Y la obra del predicador no se hace sin la voluntad de él mismo. Por esto, el predicador es un agente activo en la conversión de los pecadores.

3.3 El pecador mismo es un agente en su propia conversión, porque éste tiene que obedecer la verdad que entiende. Por esto, es imposible que se convierta un pecador sin ser él un agente en su propia conversión. Sin embargo, Dios y otro hombre (el predicador, por ejemplo) le influyen.

Los hombres influyen en otros no solamente por sus palabras, sino por sus miradas, lágrimas y los demás hechos de la vida diaria. Por ejemplo, si un hombre inconverso tiene una esposa piadosa, las miradas, la ternura, la compasión y la dignidad de ella le impactarán y serán un sermón para él en todo tiempo, porque ella ha sido moldeada y conformada a la imagen de Cristo. Si él no se esfuerza en pensar en otras cosas, toda la vida de ella le será un reproche y será igual de escuchar un sermón continuo.

Como seres humanos, estamos acostumbrados a leer el aspecto de nuestros vecinos. Y los pecadores siempre están leyendo el estado de la mente de los cristianos, fijándose en los ojos. Si los ojos de un cristiano demuestran liviandad, ansiedad o tristeza, los pecadores lo notarán. Pero si lucen del Espíritu Santo, los impíos lo notarán y muchas veces caen en la convicción, sólo por haber mirado al aspecto de un cristiano.

En cierta ocasión, un cristiano[3] fue a visitar una fábrica para ver la maquinaria que estaba allí. La mente de él estaba llena de pensamientos solemnes, pues recién había llegado de un avivamiento. Los trabajadores de la fábrica conocían al visitante y sabían que era cristiano fiel. Al pasar éste, mirando a la maquinaria, una joven trabajadora susurró algo tonto a su compañera, riendo. El cristiano lo escuchó y se paró, mirando a la joven con tristeza. Esa mirada le trajo tanta convicción a ella que no podía seguir trabajando. Trató de componerse, mirando la ventana. Una y otra vez trataba seguir trabajando, sin lograr nada. Después de varios intentos infructuosos, se sentó. Luego el cristiano se le acercó y habló con ella, lo cual hizo penetrar más profundamente la convicción.

De repente, como un fuego devorador, la convicción pasó por toda la fábrica, tanto que dentro de unas horas casi todos los trabajadores se sentían convencidos de pecado. El dueño, quien no era creyente, fue asustado, ¡tanto que pidió que todos parasen su trabajo y orasen! Dijo que era más importante que se salvará a los trabajadores, a que siguieran el trabajo. Y dentro de unos días, el dueño y casi todos los trabajadores se convirtieron.

Así, llegó el avivamiento, solamente por razón del serio comportamiento del cristiano. Sus ojos que lucían compasión y su aspecto solemne reprendieron la liviandad de esa joven y le trajeron la convicción del pecado. Una sola mirada trajo el avivamiento (por supuesto, es cierto que había otras influencias también) a una fábrica.

Todo esto digo para decir que si los cristianos entran profundamente en la religión, producirán grandes efectos a dondequiera que vayan. Pero si son fríos y bromistas, hacen huir la convicción de pecado.

Conozco a una persona que estaba bajo la convicción de pecado. Pero un día me percaté que casi toda la convicción se había ido de ella. Le pregunté qué había pasado, y ella me respondió que estuvo toda la tarde con algunos amigos que profesaron ser cristianos. Pero la verdad es que éstas fueron personas bromistas y frívolas: y así, por estar entre ellos, compartiendo en sus vanidades, causó que la convicción saliera de su corazón. Sin duda, esos profesores hipócritas, por su tontería, ayudaron a destruir a esa persona, porque la convicción del pecado nunca volvió a ella.

Concluyo esta sección diciendo que la iglesia tiene que usar el instrumento (la verdad) para que se conviertan los pecadores. Los pecadores no pueden convertirse por sí mismos. Es la responsabilidad de la iglesia promulgar la verdad y la responsabilidad del pecador recibirla. Así que, para traer el avivamiento, hay que difundir la verdad, presentándola a las mentes de los perdidos, y ellos tiene que escoger: recibirla y obedecerla, o resistirla y desecharla.

Comentarios

1. Muchas veces el avivamiento se cuenta como un milagro, algo que solamente Dios puede actuar. Esta idea persiste hasta hoy en día. Además, existen otras ideas acerca del avivamiento que son absurdas. Durante mucho tiempo la iglesia suponía que el avivamiento era un milagro; un entremetimiento del poder divino, del cual la iglesia no tenía nada que ver, tampoco lo podía provocar como agente. Se suponía que el avivamiento era igual a los truenos, las granizadas y los terremotos: Dios los produce, no los hombres. Hace poco tiempo que los cristianos se han despertado, dándose cuenta que el avivamiento es algo que los hombres pueden promover, si obedecen las leyes de él. Algunas personas habían determinado que el avivamiento ocurría como las lluvias: llueve en un pueblo, pero el otro quedaba seco. Asimismo se ha determinado que los ministros y las iglesias no pueden hacer nada para producirlo, del mismo modo que los hombres no pueden producir las lluvias.

De igual modo, algunos han propuesto que el avivamiento sólo aparece una vez en cada quince años. Y durante ésta ocasión se convertían todos los que Dios quería que se salvaran. Luego, la iglesia tendría que esperar otros quince años para una nueva cosecha de almas. Otros se imaginaban que la espera era de cinco años, no de quince.

Escuché un testimonio acerca de uno de estos pastores que pensaba que sólo podía llegar el avivamiento una vez cada cinco años. Llegó un avivamiento en su iglesia. El siguiente año, el avivamiento vino a un distrito vecino, y este pastor fue a predicar allí. Quedó allí varios días, hasta que su propia alma se encendió con el fuego de Dios. Luego, regresó a su propia casa el día sábado y se preparó para predicar el próximo día. Entró su cuarto de estudio, estando en agonía su alma en cuanto a los inconversos que asistían a su iglesia.

Reflexionando sobre todo esto, empezó a calcular de cuántos hombres se perderían en el infierno si el avivamiento viniera solamente una vez en cada cinco años. Sumando sus calculaciones, las anotó y predicó sobre esto el día siguiente, con un corazón ardiente. Con todo, no esperaba que el avivamiento llegara, pues según su teoría el avivamiento venía una vez en cada cinco años.

A pesar de su suposición negativa, cuarenta hombres fueron convertidos, escuchando ese mensaje. ¡La teoría de que el avivamiento puede llegar solamente una vez en cinco años fue claramente derribada! Así es cómo Dios evidenció que el avivamiento no es un milagro, sino es producto de los hombres rindiéndose a Jesucristo de todo corazón.

2. Erróneas ideas acerca de la soberanía de Dios han impedido mucho el avivamiento. Muchas personas han presumido que la soberanía de Dios es tal que el hombre no puede cambiar los sucesos y eventos de su vida terrenal. Esa exclusión supuestamente incluye la falta de poder del hombre de promover los avivamientos.

Pero la Biblia no enseña que Dios se ejercita de ese modo. Además, tampoco existen pruebas en la historia que él actúa así. Al contrario, se ha revelado que Dios le ha dado al hombre maneras y modos que pueden afectar los resultados de los sucesos cotidianos: ambos en lo natural y lo espiritual. La naturaleza no es como una gran máquina que se conduce sin darse cuenta a lo que hacen los hombres; Dios la ha creado y puesto en marcha de tal manera que el hombre tiene algo que ver con los sucesos. Tampoco se ha retirado Dios del universo, dejando todo en las manos de los hombres y la suerte. Pensar así es mero ateísmo.

La verdad es que Dios vela y controla todo, permitiendo al hombre ciertas maneras (limitadas, por supuesto) que tiene la capacidad de influir en los sucesos del mundo. No es que Dios haya dejado al hombre bajo su providencia soberana, sin maneras de influenciar su propio rumbo.

A pesar de esta verdad acerca de la capacidad del hombre de afectar su futuro, algunas personas se inquietan al ver un esfuerzo humano de poner en marcha un avivamiento, diciendo: “Estás tratando de tener un avivamiento por tu propia fuerza. ¡Cuidado! ¡Estás entremetiéndote en la soberanía de Dios! Mejor será seguir en el rumbo normal y permitir que Dios haga un avivamiento cuando Él quiera. Dios es soberano, y tú haces mal en esforzarte en tener un avivamiento solamente por la razón de que tú piensas que la hora ha venido.”

Tal razonamiento es exactamente lo que al diablo le gusta. Y los hombres no pueden hacer la obra del diablo más eficazmente, que por predicar sobre la soberanía de Dios de tal manera que todo empeño de tener avivamiento parece como una locura.

3. Debido a lo erróneo que sale de emocionantes escenas que pasan durante los avivamientos, hay quienes dicen que es mejor no promoverlos. ¡Pero no sea así! Sí, hay quienes abusan con lo demasiado emocionante. Sin embargo, tales excesos siempre ocurren en cualquier buena obra, pero no deben parar lo provechoso.

La historia demuestra que en el estado actual del mundo, no hay mejor manera de propagar la religión que la de poner en marcha un avivamiento. Y, lo excesivo que ocurre es algo normal, pero no es suficiente razón para descontar avivamientos. Ni siquiera por un momento debe la iglesia considerarlos como peligrosos. La idea de abandonar los avivamientos es peligrosa a los intereses de Sion, muerte a las misiones y trae como consecuencia la perdición del mundo.

Una propuesta

No he comenzado esta serie de discursos sobre el avivamiento solamente para proponer una teoría mía. No quiero gastar mi tiempo y fuerza solamente para darles a ustedes algunas instrucciones, agradecer su curiosidad y suplirles con algo para conversar. Tampoco quiero discursar sobre el tema para que ustedes puedan decir al terminar, “Bueno, ya sabemos todo acerca del tema de avivamiento”, sin hacer nada para ponerlo en práctica.
Quisiera darles unas preguntas a Ustedes. ¿Por qué quieren escuchar discursos sobre el avivamiento? ¿Realmente van a poner en práctica lo que han escuchado? ¿Realmente van a permitir que estos discursos afecten su manera de vivir? ¿Van a usar los métodos que enseño, en sus esfuerzos de ganar a almas? ¿Van a escuchar todos los discursos, sin hacer nada?
Lo que yo quiero es que, tan pronto que escuchen algo, lo pongan en práctica. Pónganlo a prueba entre los pecadores a sus alrededores. Si no van a hacer esto, quiero saberlo inmediatamente, para que pueda yo desistir de continuar predicando sobre el tema. Escojan ahora qué van a hacer. Ustedes saben que rogamos a los pecadores escoger la obediencia a Cristo inmediatamente. De igual modo, debo obligarles a Ustedes a decidir en este mismo momento. Les ruego que hagan sus votos a Dios tan pronto que puedan, y que oren por un derramamiento de su Espíritu Santo sobre la iglesia y esta ciudad.

[1] Se habla aquí de la inteligencia necesaria para producir estas cosas. No se necesita mucha educación para sembrar semilla, hacer ropa sencilla o construir una casa sencilla. Pero para hacer y construir cosas innecesarias (como computadoras, etc.), muchas veces se tiene que estudiar mucho.
[2] El autor ocupa la palabra “agentes” para explicar que éstas son las personas involucrados en el acto de la salvación. El “instrumento” es la herramienta usada por las mismas personas, en el acto.
[3] Creo que el autor habla de sí mismo, pero no para atraer la atención hacia sí. Incluyo esta nota del pie para demostrar la seria manera en que se comportaba el autor en la vida cotidiana.
FUENTE:http://www.elcristianismoprimitivo.com/discursosaviva1.htm

4/21/2009

Naciones Islámicas dominan la lista de Persecución 2009 a los cristianos



Arabia Saudita vuelve a posicionarse en el puesto No. 2, le siguen Irán en el puesto 3, Afghanistan en la posición 4 y Somalia en el quinto lugar. Corea del Norte vuelve a encabezar la lista y este es su séptimo año consecutivo. Según Carl Moeller, director de Puertas Abiertas en los Estados Unidos, se notan algunos cambios en esta nueva edición pues vuelve a figurar Somalia entre los 10 paises donde existe mayor persecución.“Somalia y Eritrea se encuentran entre los top 10. Ya que hay evidencias que la comunidad cristiana está sufriendo martirios en esa parte de África”, señaló MoellerTambién Afghanistan ha subido dos posiciones con respecto al año pasado, posicionándose en el quinto lugar de la lista, debido al incremento de las actividades desarrolladas por los talibanes, grupo extremista que anteriormente dominaba en esa nación.A pesar que China este año se posicione en el puesto 12 por haberse abierto un poco a la libertad religiosa, Moeller alerta que no debemos quitar el ojo en ese país que lo considera como un “enigma”.“En muchos aspectos relacionados con la persecución China es un enigma. Nunca ha habido tanta apertura en China pero al mismo tiempo todavía nos llegan informes directos de creyentes que han sido detenidos, interrogados e incluso retendios por días sin que se le diga los motivos. Este tipo de persecución persiste especialmente en zonas rurales” declara el Moeller.
La lista de los Top 10 para este año 2009 es como sigue:
  1. Corea del Norte
  2. Arabia Saudita
  3. Irán
  4. Afghanistan
  5. Somalia
  6. Maldivas
  7. Yemen
  8. Laos
  9. Eritrea
  10. Uzbekistán

Fuente: Minuto Digital.

JONATHAN GOFORTH MISIONERO EN CHINA Y COREA


Nació: 10 de Febrero, 1859Murió: 8 de Octubre, 1936Jonathan Goforth sirvió fielmente en el campo misionero con un deseo y un celo inmenso para agradar a su Salvador. Dios usó a este hombre, quién estaba dispuesto a poner todo lo que tenía a los pies de Cristo, entregándose totalmente a Cristo. Millones de personas fueron alcanzadas con el evangelio por medio de su ministerio. El nombre de Dios era magnificado en todo el Oriente, porque Goforth entendió el mandato que era dado a todos los cristianos y no hubo nada que le impidió en cumplir su misión. Muy contentos de lo que Dios estaba haciendo en sus vidas, Goforth y su familia embarcaron a Honan, que es una provincia de China, para empezar su ministerio. Los próximos años tuvieron muchas aflicciones y pruebas para Jonathan y su familia. Jonathan y su esposa Rosalind, se enfermaron por las muchas enfermedades. Eventualmente, cinco de sus once hijos murieron siendo aun niños. Muchas de sus posesiones fueron perdidas en incendios, diluvios, y robos. Por todo esto, ellos nunca perdieron su visión para los perdidos sin Cristo. En 1900, su estrategia de misiones cambió completamente. El tenía el deseo de vivir en un sitio por un mes y evangelizar ese sitio fuertemente. Diariamente él y sus hombres viajaban a los pueblos y calles alrededor evangelizando, y su esposa enseñó a todas las mujeres en medio del pueblo. Durante las noches todos se reunian para campañas evangelísticas. Cuando terminaron ese mes, un hombre se quedaba en el pueblo para seguir enseñando y edificando a los que confiaban en Cristo durante las campañas evangelisticas. La idea de viajar alrededor de Asia preocupó a Rosalind. Ella tenía miedo de todas las enfermedades que ella y sus hijos podrían ser expuestos regularmente. Antes que ella regresó a Canáda con sus hijos, ella escribió una carta a Jonathan, “¿Supongamos que yo contagié una enfermedad incurable aquí en nuestra tierra y yo tenía algunas meses para vivir, si te pedimos a venir, vendrías?” Él respondió, “Supongamos que nuestro país estaba en guerra con otro país y yo era un oficial muy importante. Mucho dependió en yo como un líder si ibamos a tener una victoria o fallar. ¿Podría yo, como un líder, permitir dejar mi responsabilidad para responder de una llamada de mi familia en mi tierra?” Ella solamente podía responder “no.” Dios usa a hombres y mujeres que esten dispuestos sin condiciones a entregarse totalmente a Su servicio. Todos aquellos que quieren llevar el evangelio a un mundo perdido y muerte están expuestos a los dardos del diablo. Ellos que enfrentan esas pruebas y dificultades y siguen adelante son los que verdaderamente hacen la diferencia en este mundo. Jonathan Goforth, misionero y evangelista a China, Manchuria, Korea, es un ejemplo de lo que Dios puede y hace por medio de un siervo quién está entregado completamente al Señor.

4/02/2009

Requisitos para un avivamiento


Por Oswald Smith

“Examíname, oh Dios, y conoce mi corazón; pruébame y conoce mis pensamientos; y ve si hay en mí camino de perversidad” (Salmo 139:23, 24)

Ésta ha sido la historia de la obra del avivamiento a lo largo de todos los siglos. Noche tras noche se han predicado sermones sin que ellos surtieran ningún efecto, hasta que algún anciano o diácono estalla en una agonía de confesión y, yendo a aquél al que ha dañado, le ruega perdón. O alguna mujer que ha sido muy activa en la obra, y que se hunde y en lágrimas de arrepentimiento confiesa públicamente que ha estado murmurando acerca de alguna otra hermana, o que no se habla con la persona al otro lado del pasillo. Entonces, cuando se halla hecho confesión y restitución, con la dura tierra derribada, el pecado al descubierto y reconocido, entonces y no hasta entonces, el Espíritu de Dios viene sobre la audiencia y un avivamiento desciende sobre la comunidad.
Por lo general hay tan solamente un pecado, un pecado que constituye el obstáculo. Había un Acán en el campamento de Israel. Y Dios señalará con Su dedo justo el lugar. Y no lo sacará hasta que se haya actuado con respecto al obstáculo.
¡Oh! entonces, roguemos primero con la oración de David cuando él clamó: “Examíname, oh Dios, y conoce mi corazón; pruébame y conoce mis pensamientos; y ve si hay en mí camino de perversidad” (Salmo 139:23, 24). Y tan pronto como el obstáculo del pecado haya sido eliminado del camino, Dios vendrá en un poderoso avivamiento.

Una ciudad de iglesias llena,
grandes y eruditos oradores,
bella música, órganos y coros;
si todos fallan, entonces ¿qué?
Buenos obreros, fervientes, deseosos,
que hora tras hora trabajan con ardor;
pero ¿dónde, oh, dónde, mi hermano,
está el todopoderoso hacer de Dios?

Refinamiento ¡educación!
Desean lo mejor.
Sus planes y designios, perfectos.
No se dan descanso alguno;
consiguen del talento lo mejor,
tratan de hacerlo superior,
pero, oh, hermano, su necesidad
es el Espíritu Santo de Dios.

Gastaremos nuestro dinero y tiempo
y predicaremos con sabiduría grande,
pero la simple educación
empobrecerá al pueblo de Dios.
Dios no quiere humana sabiduría,
no busca sonrisas ganar;
sino que, oh hermano ¡necesitamos,
que el pecado abandonado sea ya!

Es el Espíritu Santo
que el alma vivifica.
Dios no aceptará al hombre adoración,
ni aceptará el control humano.
Ni humana innovación,
ni habilidad o arte mundano,
podrán dar constricción,
ni quebrantar el corazón del pecador.

Podemos humana sabiduría tener,
grandes cantos y triunfos:
buen equipo podrá haber,
pero en esto no hay bendición.
Dios quiere un vaso puro y limpio,
labios ungidos y veraces,
un hombre del Espíritu llenado,
que proclame todo Su mensaje.

Gran Dios ¡avívanos en verdad!
y mantennos cada día;
que todos puedan reconocerte,
vivimos como oramos.
La mano del Señor no se ha acortado,
todavía es Su delicia bendecir,
si huimos de todo mal,
y todo nuestro pecado confesamos.

Nota: Este poema fue escrito por Samuel Stevenson que me introdujo por vez primera a algunos de los guerreros de la oración y que me enseñó muchas de estas grandes verdades