Todo reino posee cuatro componentes fundamentales: (1) un gobernante o gobernantes, (2) súbditos, (3) un territorio o área dominada y (4) leyes. El reino de Dios no es diferente. Posee un gobernante, súbditos, territorio y leyes. Sin embargo, ya que el reino de Dios es una clase de reino revolucionario, estos cuatro componentes fundamentales adquieren aspectos únicos.
Para comenzar, el reino de Dios no tiene un gobernante terrenal. Su gobernante es Jesucristo quien reina desde el cielo. Los reinos terrenales cambian de gobernantes y políticas cada cierto tiempo. En cambio, Jesús es eterno y sus políticas no cambian. “Jesucristo es el mismo ayer, y hoy, y por los siglos” (Hebreos 13.8).
¿Quiénes son los ciudadanos del reino de Dios? ¿Los judíos? No, Jesús les dijo a los judíos muy intencionadamente: “Por tanto os digo, que el reino de Dios será quitado de vosotros, y será dado a gente que produzca los frutos de él” (Mateo 21.43). ¿A cuál nación daría Jesús el reino? ¿A los romanos? ¿A los británicos? ¿A los sudamericanos? ¿A los norteamericanos? No, a ninguno de estos, por cuanto las escrituras nos dicen: “Ya no hay judío ni griego; no hay esclavo ni libre; no hay varón ni mujer; porque todos vosotros sois uno en Cristo Jesús. Y si vosotros sois de Cristo, ciertamente linaje de Abraham sois, y herederos según la promesa” (Gálatas 3.28–29).
De manera que todos los que pertenecemos a Cristo, todos los que verdaderamente somos nacidos de nuevo, somos los ciudadanos de este reino. Nos hemos convertido en los herederos de la promesa de Dios, los ciudadanos de su nueva nación. Al escribirles a los cristianos gentiles de su tiempo, Pedro se dirigió a ellos con las siguientes palabras: “Mas vosotros sois linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido por Dios, para que anunciéis las virtudes de aquel que os llamó de las tinieblas a su luz admirable; vosotros que en otro tiempo no erais pueblo, pero que ahora sois pueblo de Dios; que en otro tiempo no habíais alcanzado misericordia, pero ahora habéis alcanzado misericordia” (1 Pedro 2.9–11).
De modo que los ciudadanos del reino de Dios son llamados a ser una nación santa, un reino de sacerdotes, tal y como los israelitas habían sido llamados (véase Éxodo 19.5–6). Sin embargo, el reino fue quitado de los israelitas y dado a una nación (la nación de los creyentes nacidos de nuevo) que produjera los frutos de justicia.
Un aspecto único del reino de Dios es que sus ciudadanos no ocupan cierta porción de tierra, como los ciudadanos de otros reinos. Los ciudadanos del reino de Dios están esparcidos por todas las naciones del mundo. Este rasgo ha sido la causa de un conflicto constante para el reino de Dios. Esto se debe a que sus ciudadanos siempre viven bajo dos reinos diferentes, un reino del mundo y el reino de Dios.
Jesús le dijo a la samaritana: “Mujer, créeme, que la hora viene cuando ni en este monte ni en Jerusalén adoraréis al Padre” (Juan 4.21). El reino de Dios no tendría ninguna capital terrenal ni lugar sagrado.
Todo esto fue algo nunca antes visto tanto para los judíos como los gentiles del tiempo de Jesús. El reino de los israelitas había abarcado un área geográfica específica. De igual forma había sucedido siempre con todos los reinos del hombre. Los israelitas siempre habían tenido una ubicación física donde se encontraba su tabernáculo o templo. Por mil años, ese lugar había sido Jerusalén. Todo reino humano posee una capital terrenal, pero no así el reino de Dios.
El reino de Dios está entre vosotros
Por si todo esto no fuera sumamente asombroso, Jesús les dijo a los fariseos algo aun más alarmante: “Preguntado por los fariseos, cuándo habría de venir el reino de Dios, les respondió y dijo: El reino de Dios no vendrá con advertencia, ni dirán: Helo aquí, o helo allí; porque he aquí el reino de Dios está entre vosotros” (Lucas 17.20–21).
¿Qué tipo de reino es este? ¿Un reino que está entre vosotros? Jesús realmente estaba introduciendo algo maravillosamente nuevo, algo revolucionario. No era sólo un nuevo reino. Era un reino de otra naturaleza. Era un tipo de reino totalmente diferente de lo que cualquier persona, fuera judía o gentil, jamás hubiera escuchado. Un reino que está “entre vosotros”.
Tal vez usted esté pensando: ¡Ah, ya veo! Jesús estaba hablando de un reino espiritual, no de un reino verdadero. No, Jesús estaba hablando de un reino verdadero. El antiguo reino de los israelitas definitivamente era un reino verdadero, ¿no es cierto? Tenía reyes verdaderos, súbditos verdaderos y leyes verdaderas. El reino de Dios es tan verdadero como el antiguo reino israelita. Este reino también tiene un Rey verdadero, súbditos verdaderos y leyes verdaderas. Su dominio abarca toda la tierra, aun cuando la mayor parte de la población de la tierra no son ciudadanos de este reino.
¿Qué quiso decir Jesús cuando dijo que el reino de Dios está entre vosotros? Tertuliano, un escritor cristiano de la iglesia primitiva, comentó sobre esta frase: “Bien, ¿quién no comprende que la frase ‘entre vosotros’ significa en vuestras manos o en vuestro poder? O sea, ¿si escuchas y haces los mandamientos de Dios?”1 Cualquier persona puede escoger ser un ciudadano del reino de Dios si está dispuesta a comprometerse como se requiere. La persona no tiene que ir a ninguna parte ni pagar ninguna suma de dinero para convertirse en un ciudadano.
Aquellos líderes religiosos le habían preguntado a Jesús cuándo vendría el reino. Él les dijo: “El reino de Dios está entre vosotros”. Es decir, el Rey y algunos de sus súbditos ya se encontraban en medio de ellos, pero ellos no se daban cuenta. Los súbditos del reino de Jesús viven en medio de los pueblos de este mundo; sin embargo, el mundo no puede ver este reino. El reino de Jesús no tiene fronteras nacionales, no tiene rey terrenal ni fuerzas militares. El llegar a ser un ciudadano del reino de Dios está al alcance de todos.
El reino de Dios está cerca
Muchos cristianos creen que el reino de Dios solamente es algo del futuro. Pero no es así; el reino de Dios es algo que está aquí en este preciso momento. Pablo escribió a los colosenses: “El cual nos ha librado de la potestad de las tinieblas, y trasladado al reino de su amado Hijo” (Colosenses 1.13). Pablo aquí habla en tiempo pasado. Dios ya nos ha trasladado a su reino. Él no nos lleva a su reino después que morimos. Él nos lleva a su reino tan pronto nacemos de nuevo.
Resulta extraño que muchos cristianos no se dan cuenta de que el reino de Dios es una realidad actual en la tierra. De hecho, muchos cristianos ni siquiera saben qué es el reino de Dios. Al igual que los fariseos, ellos no ven el reino de Dios. Y es por eso que nunca se comprometen con el reino.
FUENTE http://www.elcristianismoprimitivo.com/elreinoquetrastorno3.htm
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