¿Qué significa nuestra declaración evangélica: “Chile para Cristo”? ¿Que todo chileno llegue a ser convertido al Evangelio? ¿Que eligiéramos un Presidente evangélico? ¿Una sociedad gobernada por una Constitución y leyes que honran al Reino de Dios? ¿Colegios que enseñen un currículum bíblico?
Pues, esa fue la visión de los reformadores en los Siglos XVI y XVII. La Reforma deseaba “hacer discípulos de todas las naciones”. Así surgió el concepto de iglesias nacionales, luteranos, anglicanos, presbiterianos. ¡Chile para Cristo! Calvino hasta intentó gobernar Suiza con un parlamento compuesto enteramente de cristianos (¡con no mucho éxito!).
Sin duda, un Chile realmente para Cristo significará todo esto y más. Hace poco escuché un líder evangélico decir que dada la desunión en la iglesia evangélica peligraba el cumplimiento de la profecía. Sin duda es una amonestación y una advertencia que debemos tomar en serio. Por eso, en un año electoral lleno de tentaciones y potencial división, es importante perseguir con cuidado nuestra gran meta. ¿Cómo trabajaremos UNIDOS de modo que Chile sea realmente para Cristo?
Sugiero que la iglesia evangélica podría ser un ejemplo de unidad y oración para la nación en este importante año. ¿Cómo? Siguiendo seis sencillos compromisos.
- Que nuestra primera lealtad sea conocida por todos, Jesucristo como Señor. Lo que más persuade de nuestra historia es la realidad de vidas cambiadas, santas, ejemplares, trabajadoras, serviciales, redentoras, transformadoras de nuestra cultura y sociedad. Ante cualquier otra lealtad se debe conocer que todo evangélico está comprometido con Cristo en primer lugar y que vive en profunda relación con El.
- Que estemos orando siempre por nuestra nación. Sea ésta oración privada u oración pública, el Espíritu Santo responde a las intercesiones de su pueblo. ¡Cómo no lo vamos a saber los evangélicos que hemos llegado a lo que somos avanzando de rodillas! ¡Cuán poco entienden los demás lo que la oración puede lograr en los lugares celestiales detrás del escenario de la historia humana! Unidades pastorales planificarán grandes eventos públicos a lo largo de todo Chile, no a favor de diferentes candidatos, sino para orar por la nación, por los procesos electorales, pidiendo a Dios que El establezca las autoridades que más ayudarán a Chile ser cristianizado. Nuestro compromiso cívico y cristiano será someternos posteriormente a esas autoridades debidamente elegidas. En un proceso de oración, cada creyente, cada iglesia, después podrá actuar ante Dios según su conciencia.
- Presentar nuestros valores y urgencias como pueblo cristiano ante todos los candidatos, sin excepción. Deberían saber que no apoyaremos a quienes pretendan cambiar nuestras leyes a favor del aborto, el matrimonio del mismo sexo, la eutanasia. Somos pro vida y pro familia. Aquella no debe entenderse como una actitud recalcitrante o conservadora, sino como la más moderna y progresista por ser bíblica y de acuerdo a lo que consideramos son principios de vida. Lo más sensato y edificante para una nación es obedecer a Dios. Debemos hacer conocer nuestra inclinación en un país democrático y republicano, de votar solamente por los que respeten estos valores. Habrá cristianos, sin duda, que guardan grados de desacuerdo con estos principios (favoreciendo, por ejemplo, el aborto terapéutico como lo han manifestado). No obstante, lejos la mayoría de los evangélicos en el país están alineados en estas áreas (¡y eso es lo que a los candidatos les interesa!).
- No abanderarnos públicamente con un candidato en particular en nombre de todo el pueblo evangélico. Así evitaremos dividirnos innecesariamente debilitando nuestra causa que siempre será más fuerte, unida. Es claro que cada evangélico tendrá una convicción política enteramente legítima. Esto podría llevar a un saludable debate en nuestros foros y programas de televisión. Lo que no es aceptable es que se pretenda hablar en nombre de todos los evangélicos de Chile a favor de algún candidato en particular. Recordemos que Dios no es ni de izquierda ni de derecha sino que su Palabra abarca todas las dimensiones políticas del ser humano.
- No atacar públicamente por televisión, radio, artículos de diario o actos políticos, a otros colegas y hermanos en la fe. Tenemos libertad para debatir pero no de ser odiosos. Esta práctica es particularmente repugnante por el daño que causa en la iglesia más amplia y la impresión que da de un liderazgo incapaz. Todos albergamos tendencias políticas y las podemos discutir. Sin embargo, es un error atacarnos en el foro público. Si discrepamos (y sería muy extraño que no lo hiciéramos) o tuviéramos tensiones el uno con el otro, aseguremos que seguimos las pautas de Mateo 18:15-20. Hablemos privadamente el uno con el otro. Si es necesario tener “fuerte contención” comuniquémonos, PERO EN PRIVADO. EN PUBLICO seamos ejemplos del amor cristiano, todo lo caritativos, generosos, amables en nuestro trato el uno con el otro como lo quisiera nuestro Señor Jesús. El nos enseñó: “En esto conocerán todos que son mis discípulos, por el amor que se tienen el uno al otro” (Juan 13:35). De esa manera, una vez más, evitaremos las innecesarias divisiones públicas en un año de elecciones y hasta seremos un ejemplo a una nación dividida.
- Votar. Es importante ejercer nuestros derechos cívicos como cristianos que contribuyen a la nación y a la sociedad. Démonos cuenta que jamás habrá candidatos perfectos y que después de todo el debate, campañas, maquinaria política, al final, es posible que algunos sientan que entregan su voto al “mejor entre los malos” candidatos. Es importante votar en conciencia. Si hemos de abstenernos o votar nulo debemos estar muy claros ante Dios que no es por escapismo, ignorancia o falta de criterio que lo hacemos. A los teólogos reformados siempre les pareció que los cristianos debían participar en sus deberes cívicos con su voto.
Estamos de acuerdo que será un año importantísimo y que trae aviso de ser tenso y polémico. Los evangélicos, ¿seremos otro escenario de división más o nos erguiremos a la altura de discípulos de Cristo, fieles servidores el uno del otro y de nuestra amada nación? ¡Seamos tan “baluarte” de verdades y valores cristianos como “la blanca montaña” en nuestro Himno Nacional, “Puro Chile”!
Revd. Alfred Cooper
Pastor Titular Iglesia Anglicana de Chile.
Pastor Titular Iglesia Anglicana de Chile.